Arte coreano del siglo XX: entre tradición y vanguardia (Entrevista a Bárbara Sarmentera)
2025-06-29El panorama artístico internacional de creciente interés por la exhibición y estudio del arte moderno y contemporáneo de la península coreana nos lleva a poner foco en la historia, movimientos y artistas que han llevado a configurar la escena cultural de Corea tal como la conocemos hoy.
Detenernos a estudiar el arte coreano del siglo XX implica descubrir la tradición y la vanguardia. Desde los primeros contactos de los artistas coreanos con el arte occidental y la participación en ferias internacionales de Chicago y París, acentuando el enfoque del uso del óleo que convivió con el trabajo en tinta y color sobre papel (en la Escuela Gyeongseong), hasta el arte coreano en la era global que consiguió presencia en el mercado y eventos artísticos como las Bienales de Venecia y Gwangju.
Sobre este recorrido histórico, Bárbara Sarmentera Vázquez ha profundizado en sus investigaciones. Ella es doctoranda en el Departamento de Historia y Teoría del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), donde realiza una tesis que aborda el arte de acción en la República de Corea entre 1967-1990s. Además, es miembro del grupo de investigación Cultura de Corea de la Universidad Complutense de Madrid. En 2024, obtuvo la Korea Foundation Felloswship for Fields Research para realizar su estancia en la Hongik University (Seúl). Recientemente, dictó el curso sobre Arte coreano del siglo XX.
Tuve la oportunidad de tomar el curso de cuatro sesiones online en Casa Asia, lo cual me motivó a conversar con Bárbara sobre los rasgos más resaltantes del arte en la República de Corea en el siglo XX.

¿Cuál fue tu motivación para acercarte al estudio del arte coreano?
A veces bromeo diciendo que mi vínculo comenzó incluso antes de nacer. Mi padre viajó a Corea pocos meses antes de que yo naciera. Crecí escuchando sus historias. Cuando tuve la oportunidad de viajar a este país, lejos de idealizarlo, me regaló una experiencia transformadora. Su arte, en particular, me ofreció consuelo, reflexión y una forma de terapia en momentos importantes de mi vida.
Siempre he tenido curiosidad por comprender formas distintas de habitar el arte y el pensamiento visual. El arte coreano, especialmente el moderno-contemporáneo, ofrece un lenguaje visual y conceptual que difiere de las narrativas eurocentristas predominantes. Me atrajo su capacidad de conjugar tradición y modernidad, espiritualidad y política, resistencia y sutileza.

¿Por qué crees que ha sido poco valorada la historia del arte coreano en la mayoría de las Escuelas de Artes en universidades occidentales?
Principalmente por una visión eurocentrista que ha jerarquizado las producciones visuales en función de criterios occidentales. Las narrativas hegemónicas del arte moderno y contemporáneo se han construido desde centros como París, Nueva York o Berlín, relegando a las periferias —incluido el Este de Asia— a un lugar de “influenciados” y no de “influenciadores”. En ese marco, el arte coreano ha sido históricamente invisibilizado o leído desde categorías inadecuadas. Además, la falta de traducciones, de intercambios institucionales y la complejidad misma de la historia coreana del siglo XX han dificultado su integración en los programas de historia del arte en Occidente.
Kim Kulim- The meaning of 1/24 Second (1969) | Canal YouTube del portal THE-ICONOMIST
¿Por qué consideras a Kim Kulim y a Jung Kang-Ja como los artistas más influyentes en la configuración del arte coreano contemporáneo?
Kim Kulim es considerado el primer artista de performance en Corea. Su trabajo desde los años 60 introdujo prácticas experimentales que desafiaban los formatos tradicionales de pintura o escultura. Trabajó con cine, instalación y acciones efímeras en una época en la que ese tipo de propuestas eran profundamente marginales, incluso peligrosas, en un país que vivía bajo una fuerte censura política.
Jung Kang-Ja es una figura que, a pesar de su relevancia, ha sido muchas veces silenciada en las narrativas oficiales. Opacada por las figuras masculinas que la rodeaban. Ella fue una de las pocas mujeres activas en la escena vanguardista de los años 60 y 70. Lo hizo desde una posición de experimentación. Participó en colectivos como AG o Fourth Group y trabajó con el desnudo (por primera vez en el país), el objeto encontrado y la imagen fragmenta; herramientas con las que cuestionaba tanto la sociedad patriarcal como el discurso nacionalista dominante.
Aunque ambos artistas no eran los únicos, en contextos distintos y complementarios, anticiparon muchas de las preguntas que el arte coreano contemporáneo se sigue haciendo hoy: ¿cómo dialogar con la tradición sin quedar atrapado en ella?, ¿cómo romper con lo occidental sin rechazarlo?, ¿cómo resistir desde el arte sin renunciar a la poética?

¿Cuál fue la importancia histórica del lenguaje artístico monocromático Dansaekhwa?
El Dansaekhwa representó mucho más que un estilo pictórico monocromático. Fue un fenómeno cultural, político e identitario que se consolidó en un momento clave para la República de Corea. La exposición “Korea: Five Artists, Five Hinsek (White)”, no casualmente realizada en Japón en 1975, marcó el punto de partida simbólico e institucional de este movimiento.
El Dansaekhwa emergió en un contexto de transformación nacional durante la Cuarta República, bajo el gobierno autoritario de Park Chung-hee. Este promovía una Corea moderna, con identidad propia, capaz de proyectarse internacionalmente y el movimiento sirvió como herramienta política y cultural para construir una imagen de nación avanzada y, al mismo tiempo, profundamente arraigada en lo “coreano”. El monocromatismo, la repetición y el uso de materiales como el papel hanji o la tinta se interpretaron como símbolos de introspección, autocontrol y conexión con la tradición.
Además, Japón desempeñó un papel estratégico en la internacionalización del movimiento, actuando como puente hacia Occidente, lo que también marcó un cambio en las relaciones con este país. Figuras como Lee Ufan y Park Seo-bo fueron claves en esta mediación: el primero desde su posición zainichi, con legitimidad dentro de la crítica japonesa, y el segundo como referente institucional del arte surcoreano. El primer resultado de todo esto es la exposición de 1975 en la Tokyo Gallery.
Tráiler del filme “Why has Bodhi Dharma left for the East” | Canal YouTube Milestone Films (Distribuidor de la película)
En la historia del arte coreano del siglo XX no podemos ignorar el cine. ¿Cuáles películas consideras claves en este periodo y por qué?
Por un lado, destacaría “Arirang” (1926) que para muchos marcaría el inicio del cine silente en Corea y con él la primera explosión, por decirlo de algún modo, de la industria cinematográfica del país. Por otro lado, “Obaltan” (The Aimless Bullet, 1961) por Yu Hyun-mok es considerada una de las mejores películas del siglo XX. Este filme, ambientado en la posguerra, ofrece una mirada devastadora de las secuelas de la Guerra de Corea. Su estilo visual —influido por el neorrealismo— así como su narrativa existencial reflejan una sociedad rota, atrapada entre la pobreza y la pérdida de sentido.
Hago un salto ahora con “The Housemaid” (1960) por Kim Ki-young, una obra maestra del cine moderno coreano, recuperada y elogiada por festivales internacionales décadas después. Es un thriller psicológico doméstico que mezcla melodrama, horror y crítica de clase. Kim Ki-young es un director de culto, y esta película —con su fuerte carga simbólica— marca una ruptura formal dentro del cine de su tiempo.
“Why Has Bodhi-Dharma Left for the East?” (1989) por Bae Yong-kyun, aunque más tardía, es considerada por expertos una síntesis entre cine, pintura y filosofía. Su ritmo meditativo y su reflexión sobre el budismo la sitúan en el terreno del cine de arte.

El k-pop y la ola coreana, en general, ¿crees que condicionaron la manera de hacer/interactuar con el arte a finales del siglo XX?
Sin duda. La ola coreana (Hallyu) ha redefinido la imagen de Corea en el mundo y ha transformado también las dinámicas internas del arte contemporáneo coreano. A partir del auge del k-pop, Corea pasó de ser un país periférico a convertirse en un nodo cultural global. Esto ha incentivado a muchos artistas a explorar temas de identidad nacional, cultura pop y globalización desde perspectivas críticas. También ha cambiado la forma en que se produce y consume arte: hay más colaboraciones interdisciplinares, uso de redes sociales como medio artístico y una creciente conciencia del público como co-creador. Si bien esta visibilidad ha sido positiva, también ha generado tensiones entre el mercado y la crítica, la tradición y lo espectacular.
Sin duda, el arte coreano del siglo XX abonó las condiciones para una industria cultural y artística de renombre internacional que conjugó entre la tradición y la vanguardia. En la actualidad son diversos los lenguajes, movimientos y propuestas. Bárbara Sarmentera nos recomienda seguir, especialmente, los trabajos de Park Chan-kyong y Koo Jeong A.
Park Chan-kyong trabaja entre el cine, la instalación y la fotografía. Es una figura clave para pensar la relación entre espiritualidad, política e historia en Corea. Por otro lado, Koo Jeong ofrece una aproximación sensorial y casi intangible al espacio. Su trabajo es difícil de encasillar: utiliza desde olores y sonidos hasta instalaciones mínimas con luz o polvo. Su forma de trabajar es una suerte de resistencia silenciosa frente a lo espectacular y lo inmediato
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