El pasado 30 de noviembre a 4 de diciembre, los pasillos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, considerada la segunda más grande del mundo, se llenaron de un aire renovado con la presencia inaugural del Centro Cultural Coreano en México. Este año, la embajada de la República de Corea decidió dar un salto significativo al traer su riqueza literaria y cultural a este magno evento.
Como amante de la literatura coreana y admiradora de Han Kang, la ganadora del Premio Man Booker International, me embarqué en un viaje al stand coreano, cautivada por la promesa de descubrir historias que entrelazan el alma de un país que tanto admiro. Allí, entre libros traducidos al español e inglés, y talleres interactivos, tuve el privilegio de entrevistar a Alexandra Enriquez, representante del Centro Cultural Coreano.
Una oportunidad que no podía desaprovecharse
—¿Cuál fue la motivación principal para estar presente en este evento cultural aquí en Guadalajara? —pregunté mientras observaba cómo visitantes hojeaban con fascinación antologías de poesía coreana.
—Para la embajada es muy importante tener presencia en los eventos culturales. Es esencial que representemos la cultura coreana aquí, especialmente en un año histórico en el que Corea ha ganado reconocimiento literario a nivel global. La FIL nos pareció el escenario ideal para conectar con el público mexicano y promover nuestras letras y artesanías —respondió Enriquez con una energía contagiosa.
Un enfoque accesible y cautivador
El stand coreano no solo ofrecía libros, sino también experiencias únicas. Había talleres de artesanías tradicionales, como la decoración de dancheong, esos patrones de colores vibrantes que vemos en los templos y que tantos reconocen gracias a los k-dramas.
—¿Por qué eligieron estas actividades específicas, como el taller de artesanías? —le pregunté.
—Nuestro enfoque es llevar cultura gratuita y accesible. También traemos libros de nuestro acervo del Centro Cultural Coreano, junto con libros traducidos al español que ya están disponibles en editoriales mexicanas. Los talleres, como la decoración de dancheong, siempre nos han funcionado para acercarnos a las personas, pues permiten una interacción directa con nuestra tradición —señaló Enriquez.
Mientras hablaba, observé cómo se acercaban constantemente personas a realizar las manualidades y hojear de manera entusiasta la colección de libros disponibles así como La Vegetariana de Han Kang en español.
La promesa de un futuro literario coreano en México
—La reciente victoria de Corea en el ámbito literario internacional nos abre puertas para que más editoriales mexicanas se interesen en traducir novelas coreanas. Este tipo de eventos también son una plataforma para que estudiantes de coreano accedan a libros que les ayuden a mejorar su dominio del idioma —comentó Enriquez, enfatizando la importancia de generar un puente entre ambas culturas.
—¿Volverán el próximo año? —pregunté con la esperanza de seguir explorando este fascinante rincón cultural.
—Aún no lo tenemos seguro, pero Guadalajara siempre ha sido una ciudad clave para nuestras actividades culturales. Tenemos una excelente relación con organizaciones locales, lo que nos ha permitido realizar eventos conjuntos con gran éxito —respondió, dejando una puerta abierta que espero ver confirmada pronto.
Un impacto que trasciende
Al despedirme, no pude evitar reflexionar sobre el impacto de esta experiencia. La presencia coreana en la FIL no solo mostró libros y talleres, sino también una narrativa de conexión cultural, de puentes que se construyen a través de las letras y las tradiciones. Como lectora apasionada de Han Kang, sentí que, al igual que sus historias, este stand era una puerta a un mundo de introspección y belleza que merece ser explorado.
Con esperanza, dejo el evento sabiendo que las palabras coreanas tienen el poder de resonar en los corazones mexicanos, iluminando caminos hacia una comprensión mutua y un aprecio más profundo de nuestras culturas.
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