Como reportero honorario que sigue de cerca las tendencias culturales, puedo afirmar sin reservas que la ascensión del cine surcoreano en los últimos años no es un fenómeno pasajero, sino una fuerza cultural global que ha reescrito las reglas de la cinematografía contemporánea. Estamos presenciando lo que Jinhee Choi llama el "segundo renacimiento cinematográfico surcoreano" en su libro The South Korean Film Renaissance (2010), y me parece que su importancia radica en una mezcla poderosa de audacia creativa, sofisticación industrial y una profunda, aunque a menudo cínica, mirada a su propia historia.
El cine de Corea está, en esencia, contando su propia historia (tanto a nivel personal como nacional) y el mundo entero está prestando atención.
El Triunfo Comercial: De Consumo Local a Eje Global
Para entender la relevancia actual, es crucial reconocer su éxito económico. A finales de los años 90, la industria experimentó un renacimiento impulsado por la creatividad y el espíritu experimental de una nueva oleada de jóvenes cinéfilos (Choi, 2010, pág. 2).
El auge se consolidó en la taquilla nacional, donde las películas coreanas empezaron a dominar. Hacia 2005, La República de Corea ya se había establecido como el quinto mercado cinematográfico teatral más grande del mundo (Choi, 2010, pág. 164). La competencia con Hollywood se invirtió, y la cuota de mercado del cine surcoreano (el market share) se convirtió en un tema central de la conversación nacional, reemplazando al Producto Nacional Bruto como el concepto económico de moda.
Me gustaría destacar el fenómeno del blockbuster coreano. Películas como Shiri (1999) y Joint Security Area (JSA) (2000) demostraron que el cine local podía competir, pero fue el éxito de monstruos cinematográficos como The Host (2006) el que realmente estableció el récord, alcanzando un éxito social masivo (Choi, 2010, pág. 32).
Este éxito comercial, para mí, es inseparable de una industria que se profesionalizó rápidamente, racionalizando la producción y atrayendo capital de riesgo. Surgieron grandes distribuidores locales como Showbox y CJ Entertainment, que estructuraron el mercado. La tendencia de las well-made commercial films (Choi, 2010, pág. 144), que combinan mérito estético con potencial de taquilla, demostró la madurez del sector.

La Audacia Temática: Mirando las Cicatrices del Pasado
Lo que más me atrae del cine coreano de esta época es su capacidad casi única para tomar géneros populares y utilizarlos como vehículos de crítica social y la memoria histórica. Los directores de la llamada Generación 386 han utilizado sus éxitos para abordar los fracasos y heridas de la historia moderna coreana, una manera de catarsis para ellos mismos, una catarsis por medio de la cultura (Choi, 2010, pág. 5).
Bong Joon-ho es la figura clave en este diálogo. Sus películas, mientras conseguían un éxito de taquilla notable, miraban la historia de formas perspicaces y desafiantes:
• Memories of Murder (2003): Esta película, un thriller de asesinos en serie, utilizó un caso real sin resolver para evocar la violencia estructural de la dictadura militar de La República de Corea de la década de 1980. El hecho de que la policía dependiera del FBI en Estados Unidos para la prueba de ADN resalta el "subdesarrollo" de Corea y su relación de dependencia y subordinación con EE. UU..

• The Host (2006): Aunque es una película de monstruos, me parece que su trama se acerca más al género del secuestro. Bong utilizó este blockbuster para expresar un intenso cinismo y desprecio hacia las autoridades públicas y los Estados Unidos. El origen del monstruo no se oculta: es una recreación del incidente real de McFarland, donde el ejército estadounidense vertió formaldehído venenoso en el río Han en 2000.

Este cine se niega a la amnesia nacional y en cambio, utiliza los temas locales como la división coreana, la historia política y el trauma social para resonar globalmente. Incluso en el cine de autor, como Peppermint Candy (2000), vemos una necesidad profunda de confrontar el pasado. La narrativa cronológica inversa de la película muestra cómo el trauma histórico (como el levantamiento de Gwangju de 1980) moldea inevitablemente la vida del protagonista, enfatizando que la nación debe recordar y no olvidar ciertos aspectos de su historia.

De Seúl al Mundo: La Ola Coreana
El éxito de La República de Corea ha trascendido fronteras, convirtiéndose, en mi opinión, en un punto focal más significativo en el escenario mundial que el cine de Hong Kong o Japón. El reconocimiento en festivales es innegable. Directores como Park Chan-wook con Oldboy (2003) y Im Kwon-taek con Chihwaseon (2002), han ganado premios importantes en el circuito de festivales internacionales.
Además, el cine forma una parte vital de la Ola Coreana (Hallyu), impulsando su popularidad en Asia. Hollywood, al darse cuenta de la veta creativa, ha comprado derechos de remake de numerosos éxitos nacionales, incluyendo títulos como My Sassy Girl, Oldboy y A Tale of Two Sisters, (siendo Oldboy un fracaso total y una muy mala adaptación).
En resumen, la importancia reciente del cine surcoreano radica en su negativa a separarse de su realidad sociopolítica mientras abraza las convenciones de género globales. Es un cine que ha demostrado la fórmula para ser comercialmente viable, localmente específico y universalmente conmovedor. Y por eso, como reportero y cinéfilo, estoy seguro de que su influencia solo seguirá creciendo.
Bibliografía
Choi, J. (2010). The South Korean Film Renaissance: Local Hitmakers, Global Provocateurs. Middletown: Wesleyan University Press.
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