De sobra es conocido que cuando empiezas a ver una serie coreana, bien por recomendación o bien por curiosidad, caes en un agujero que te engulle y del que, voluntariamente, no tienes intención de salir. La oferta es tan grande y variada que casi puedes centrar tu consumo audiovisual en contenido procedente de ese país del que, hasta hace no mucho, solo conocías el nombre y poco más. Ahora, eres capaz de distinguir los acentos cuando alguien habla en coreano e, incluso, saber si lo que escuchas es coreano, japonés, chino o tailandés, porque desde Corea se te abre una puerta al resto del continente asiático.
Como buena consumidora de lo que te ofrecen, por su calidad y contenido, no solo te quedas ahí, te entra un apetito desmesurado por todo lo que procede de Corea, así que empiezas a escuchar música en coreano, a cuidarte la piel introduciendo el skincare coreano en tu rutina diaria, a probar una y otra vez los platos que has visto en tantas series y a interesarte por su historia, su cultura, su literatura y su lenguaje. En definitiva, te vuelves una fanática entusiasta de Corea.
Esto es lo que me ocurrió a mí hace unos tres años, llevándome a aprender por mí misma nociones básicas (muy básicas) de su idioma, a leer todo lo que caía en mis manos sobre Corea y a organizar el viaje de mi vida con una amiga para conocer de cerca este país tan inesperadamente presente en nuestro día a día. Como colofón a este aprendizaje, me animé, sin mucha esperanza, a postular mi candidatura para ser una de los Honorary Reporters que el Ministerio de Cultura, Turismo y Deporte de Corea escoge por todo el mundo.
Sorprendentemente para mí, he sido una de las seleccionadas este año, entrando a formar parte de una comunidad internacional de amantes de Corea y de lo coreano. Una comunidad tan heterogénea que todavía me encuentro como cuando subes en un barco por primera vez y el vaivén no te permite pararte y disfrutar de tu entorno sin sentir vértigo. Una sensación que me gusta y me asusta a partes iguales.
He estado reflexionando sobre lo que se espera de mí como parte de este programa promocional oficial de Corea y sobre lo que yo espero de él. No sé si nuestros objetivos son los mismos, pero estoy segura de que convergen en más de un punto, y esto es en lo que debo centrarme para ver los próximos meses con muchas ganas y para usar correctamente su influencia en mi vida.
Tras recibir la confirmación de la elección de mi candidatura al programa, y posterior a un grito de júbilo que escenifiqué en mi mente, lo primero que hice fue conectarme vía Youtube a la Ceremonia de presentación (2024 Korean Culture Content Creators Induction Ceremony) el día 30 de abril, a través del canal oficinal en esa plataforma de Korea.net, que vi con mucho interés y con la curiosidad de lo que implica pertenecer a esta comunidad.
Posterior a esta introducción, en la que participó el ministro de Cultura, Turismo y Deporte de Corea, el señor Yu In Chon, animando a todos a crear esas conexiones entre países que tanto fortalecen nuestras sociedades y dando la bienvenida a Corea a las personas que estaban físicamente con él y a las que estábamos online, pudimos acceder a una sesión de orientación a través de la plataforma Zoom durante una hora, aproximadamente, para que nos familiarizáramos con el programa, lo que representa, la oficialidad del mismo y la mecánica de trabajo a la hora de publicar artículos escritos, fotográficos o de vídeo.
Y, tras esto, se desató la locura en forma de grupo masivo de la aplicación de mensajería Whatsapp para los Honorary Reporters (actualmente, tiene más de mil miembros), en el que se pudo percibir el carácter integrativo e internacional del programa de promoción cultural coreano. Mensajes, preguntas, dudas y muchos nervios es lo que se vio durante los primeros momentos de acceso al grupo, en el que todos teníamos la libertad de comentar y el miedo a no hacer las cosas bien. Todo comprensible.
Entre este canal de comunicación, el grupo privado de Facebook y las direcciones de correo electrónico, tanto general como de las dos gerentes que gestionan el grupo, los novatos y los veteranos podemos satisfacer nuestras dudas y empezar a crear y compartir, que es la razón de ser de todo esto.
Por ahora, el viaje recién comienza, así que poco se puede hablar sobre experiencias, encuentros y descubrimientos; solo queda la ilusión de pertenecer a una comunidad sin fronteras que comparte, a pesar de las diferencias idiomáticas, culturales, sociales e, incluso, religiosas, sus preferencias por lo que popularmente se conoce como hallyu, k way u ola coreana, y todo bajo el paraguas del Gobierno de Corea y su Servicio de Cultura e Información (KOCIS).
Deseadme suerte en esta aventura
El k-viaje comienza / The k-voyage begins
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